Ámsterdam siempre ha sido una ciudad que he querido visitar
desde que tenía 6 años, cuando mi tío Julio volvió de su viaje europeo y me
trajo aquella postal con El Castillo de las Lágrimas en su portada. Durante
toda la noche nos estuvo contando su aventura, desde la frontera con Francia
hasta Ámsterdam. Me impactó saber la historia de mi postal, las torres del castillo formaban parte de la muralla que
rodeaba la ciudad y eran las torres de defensa que se encontraban conectadas
entre ellas.Las mujeres lloraban al ver a sus amados alejarse desde
esta torre. También nos contó diferentes historias de amor sucedidas en
esta torre y que aprendió tras una tarde con Raúl, el guía que le asignaron en la
agencia.
La historia de esta ciudad, con sus preciosos edificios me cautivó y aquella noche me prometí a mi misma que algún día, pasase lo que pasase, visitaría Ámsterdam y a poder ser, me mudaría allí.
Han pasado 19 años, y por fin estoy
aquí. Hoy en día la torre es una gran cafetería donde los marineros descansan
en verano. Con mis ahorros he conseguido trasladarme a un pequeño apartamento y
he conseguido trabajo de profesora.
Hoy, más que nunca, creo en el
destino puesto que aquí, en Ámsterdam, en la Torre de las Lágrimas he conocido
a Matías, es argentino, y al igual que yo ha soñado toda su vida con
trasladarse a Ámsterdam. Con ayuda de un amigo se ha instalado en un estudio
donde trabaja de publicista. Coincidimos al no comprender la carta de la
cafetería y nos pasamos la tarde hablando. A día de hoy sigo creyendo que esta
ciudad tiene algo especial, algo único.
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